sábado, 19 de marzo de 2011

El efecto mariposa


“Una vez hubo una brisa que lo sanaba todo, que lo limpiaba todo. Un suave agitar de alas desde el confín del mundo, sobre los mares y las montañas, sin obstáculo alguno que parara su curso. Todo cuanto tocaban sus frágiels dedos brillaba como el oro.”

Hablemos del ayer. Del viento, de la calle. De la bendita fuga de los ojos dormidos, de la callada sombra que los abrigó un día y de la cual nunca más supimos nada.

Hablemos del nacer de las ideas, del valor de las cosas sencillas, de los abrazos muertos, del silencio desatado...

De los días largos y tediosos. De la acera infame en la que no cabe el hombre. De los niños perdidos en el pozo del miedo..., de la madre que maldice su propia supervivencia.

Pero las calles muertas no pueden respondernos, porque los adoquines permanecen, aunque desgastados, inertes. Las plegarias rebotan en los muros de las iglesias y en las plazas, útero de nuestras ideas, no hay mas murmullos que el de voces vacías y secas.

“¿Que fue del batir de aquellas alas? ¿Cuando dejó de vibrar el corazón que todo lo latía?”

Allí donde el hormigón se ha hecho fuerte, donde las vigas de acero amordazan el sueño de las almas, los niños no salen a la luz por miedo a ser mirados y las risas de las muchachas prefieren el vacío de la noche.

Los perros y gatos no encuentran donde lamer sus heridas y transitan buscando el dueño que los abandonó un mal día, para acabar podridos en las cunetas. Los gorriones, antes símbolo de libertad, son gaseados en sus propios nidos. Las palomas mueren atropelladas sobre el grasiento y maloliente asfalto. Las gaviotas rebuscan desperdicios en los vertederos y se estrellan contra los cristales de los edificios.

A los viejos, verdadera fuente de sabiduría y amor incondicional, se les destierra tras bloques de ladrillos sin que podamos siquiera saber que fue de sus vidas, o de sus muertes...

Ésta ciudad ha parcelado el alma de la gente, ha puesto precio a cada recuerdo en ella, ha contaminado hasta el lecho de los pobres, que ni bajo los puentes resisten la contienda.

¿Qué haremos para seguir malviviendo entre la grava y el polvo de tanto hastío? ¿Como podremos quebrar la capa de tóxico cemento que cubre nuestra mente? ¿Quién vislumbrará la luz del otro lado e ideará el plan de fuga? ¿Quién habrá permanecido lo suficientemente vivo como para estar dispuesto a salir de aquí?

“ ¿Es aún posible el efecto mariposa?”



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