lunes, 21 de marzo de 2011

Epílogo del vencido

Pudo el miedo arrasar con todo lo que tuve.
Pudo al fin dejar mi piel ajada,
vacía mi alhacena,
arrancadas de cuajo mis incipientes alas.

Quedó mi risa en nada,
desesperada y quieta la mirada,
rajada la garganta,
desparramado el llanto,
muerta el alma.

De los restos de aquello apenas queda nada,
ni el jaleo de los niños,
ni la humeante sopa de la abuela,
ni la camisa limpia,
ni el beso de la madre para que nada duela.

Un silencio rotundo,
un temblar de labios,
un cerrar los ojos,
un oler a muerto.

Si,… al final pudo el miedo.

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